estaciones: y es la esperanza también
- Eilyn Lombard

- 18 ago
- 3 Min. de lectura
Atusparia es la historia de todas nosotras, medio muertas entre el pasado que nos inventaron y el descubrimiento doloroso del futuro.
Atusparia somos todas, medio rotas pero resistiendo la noche, el vacío, el amor, la guerra, la paz, las dictaduras, las enfermedades, las drogas, las mentiras, el miedo, la esperanza, la lucha.

Atusparia es una escuela dentro de una ciudad dentro de otra ciudad que es un país olvidado de su historia y de sus bordes. Un espacio inventado por otros, destrozado, devuelto ciudad que resiste la miseria con sueños de muerte y alucinaciones químicamente inducidas.
Atusparia se parece a la ciudad que nos inventaron en una esquina del mar, y se rompió en pedazos, igual que los libros que tantas veces me leí. Pastorita, la CEN, unidas por un hilo de mar. Los ojos verdes de los estudiantes de mi madre, que hablaban un español con erres hermosas que todavía reconozco en las películas norteamericanas donde hay migrantes de aquellas tierras, y los panes cocinados con mermelada o carne adentro, los caramelos de miel, las muñequitas de madera pintada, una dentro de otra, las cucharas de madera pintada con las que nunca comí arroz con leche, los chocolates envueltos en papeles con osos y casitas doradas que nunca guardé entre mis libretas. El té, todo el té negro de hojitas fragantes que mi abuela ponía a hacer en su tetera de plata.
Atusparia Pastorita se convirtió en un lugar de edificios desconchados, almacenes abandonados, un poquito más cerca de la ciudad francesa que Astuparia la CEN, donde una vez soñé con utopías tan lejanas a las de quienes primero habitaron aquel lugar. Mi sueño era vivir rodeada de mar, cruzar el mar para ir a la ciudad, regresar al amor, escribir, leer, leernos. ¿Cómo una muchacha nacida en la ciudad, una muchacha fría y citadina, a dos cuadras del Prado, decían, Cenicienta de Zaldo y esquina, decían, cómo esa muchacha se movió entre dos Atusparias rotas por el mismo sueño colonizador disfrazado de utopía social?

Atusparia son todas las ciudades de la isla donde nací, todas rotas por mentiras, ladrones disfrazados de funcionarios públicos, hombres asustados disfrazados de policías, personas valientes obligadas a jugar el rol de prisioneros, construyendo su propia ciudad que resiste tras las rejas, personas envejecidas obligadas a recoger basura de las calles, a comer de la basura, a vivir en la basura que ocupa las esquinas y se convierte ella misma en ciudad, personas obligadas a jugar el rol de zombies, recogiendo pedazos de humo envuelto en papelitos envenenados, dejando el alma en el aire, el cuerpo roto en las esquinas o los montones de basura ciudad, ciudad basura.
Atusparia es también el miedo acá, que me rompe, me detiene frente a la página, el jardín, la olla vacía que no quiero llenar. La ciudad hecha de pedacitos oasis que se solapan dentro de la otra ciudad país que no conozco, que no quiero entender, del que me alejo mientras vivo en él, ciudadana de ninguna parte más que las letras o el miedo o las manos con que sigo tratando de escribir, tocar las letras y las plantas (hierbas, vegetales) que no me alimentarán quizás, pero me salvan, o la aguja y el hilo con que ensamblo ciudades enteras pobladas por gatos, patos, corazones de tela, o el amor.

Atusparia es la muerte que se siembra por doquier, la prisión en que nos convertimos, y es la esperanza también: el miedo al futuro, las flores del presente, la nieve del presente.




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