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  • Foto del escritorEilyn Lombard

Diario de las estaciones: Y si es un pájaro azul, como dijeron...

Actualizado: 29 sept 2021


Hoy, no sé cómo, leí con lxs estudiantes de mi clase de literatura el libro Estado de exilio, de Cristina Peri Rossi. Hoy, tratando de discernir entre el dolor y la nostalgia, entre migraciones y exilios, y de definir entre todxs la carga política detrás de cada concepto, me sorprendí tragándome las lágrimas y la rabia.


Les conté y me dejé abrazar por sus miradas sobrecogidas.



El exilio es un pájaro azul en los poemas de Peri Rossi, dijeron. La sangre se repite en cada poema, como ensuciando la tranquilidad de las aguas, dijeron. Los pájaros simbolizan la migración, el desplazamiento. Recorrí otra vez cada poema en busca de los pájaros, queriendo que fueran ese imposible que es el pájaro azul de Maeterlinck, acariciado tantas veces mientras leía a Reina.


Les conté que Cristina había sido silenciada lentamente, impedida de dar clases, de publicar, de hablar casi. Les conté que eso pasaba todavía en mi mundo, a mis amigxs. Ellxs trajeron historias de periodistas de Bangladesh, de poetas de Palestina.


Hubo un momento en que nos dimos cuenta de que no había demasiado que decir, y entonces solo nos leímos fragmentos de poemas. Pesaba el dolor “del lado de la patria”, saber que somos “sobrevivientes/ supervivientes/ y a veces eso nos hace sentir culpables”.


Reconstruimos juntxs, esta tarde, la “geografía insensata”, hecha de adentroafuera, de recuerdos y palabras dichas en un lenguaje mal aprendido, del no regreso, de la ciudad triste. Y yo pensando en la patria triste, enferma pero hermosa. Una vez dije eso de la habana, sin conocerla casi, construyéndomela como ese lugar de ensoñación, de posibilidades. Ahora entiendo que aquella ciudad envejecida-pudriéndose-seductora de todxs, es también el país al que no sé si regrese.


Empecé a comprender el poema, el libro, antes de esta lectura, hace siete noches en las que por primera vez luego de cinco años soñándome en Cuba, llegaba a Estados Unidos. Era la geografía insensata de los sueños y la vida, de la escritura misma, la “ciudadanía universal de los sueños”.


Cuando estaba en Cuba y soñaba, dormida, podía viajar a todas partes. Estuve en París, estuve bajo el agua, en los desiertos, miré las estrellas de cerca. Luego, cuando vine, ya solo pude estar en Cuba, hasta hace apenas unos días. ¿Seré como los pájaros?, me pregunté mientras encontrábamos pájaros en cada poema, algunos azules e inalcanzables, otros que se mezclan con peces rojos y naves blancas, como si solo hubiese una bandera o amor. Pero no, había también pájaros, solo pájaros, sin color ni forma. Y agua, ríos y mares innombrables, “la mar constante/ la mar antigua/ la mar continua/ la mar, el mal”.


El mal. “Partir/ es siempre partirse en dos”. Yo decía ser dos, como la muerte. Y es que estaba partida: de tantxs amigxs que se fueron antes, de haberme ido antes que tantxs amigxs. Cuando me fui, K me dijo “no te vayas”. Cuando volví, K me dijo, “no deberías haberte ido”. Una tercera vez me dijo “deberías regresar”. Hasta lo soñé posible, K y sus amigxs, Ms y sus amigxs, la isla que parecía un nuevo lugar, diferente al que dejé, o yo, que había aprendido a leer la isla casi como leí la otra isla, la isla fuera de la isla: un lugar de esperanzas.


Todavía no sé cómo el azar quiso que hoy leyéramos Estado de exilio: “Por equipaje/ una maleta llena de papeles/ y de angustia”. No se trata de querer irte o no, sino de cómo y por qué. O de si quieres regresar. ¿Será eso lo que hace a las poetas vivir en estado de exilio? ¿O es el amor... “como si todas las cosas del mundo/ ya nos hubieran pasado para siempre”?

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