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Foto del escritorEilyn Lombard

Diario de las estaciones: la casa que no existía

Actualizado: 26 oct 2020

Quiero conquistar un territorio, como una vez y todas las veces hacen nuestros colonizadores...


Pero he de saber que conquistar un territorio puede ser también, tiene que ser también, un acto de resistencia: re-tomar lo que fue usurpado, aún si ese lugar está en el aire.


Hoy no sé a dónde pertenezco. Si nací en un lugar conquistado una y otra vez por el poder, si me quedé sin casa para mis hijas. O no tuve, y no se puede perder lo que no se tiene. ¿De dónde soy?


Los pueblos originarios del lugar donde nací fueron eliminados, y soy todas las mezclas de todos los que se creyeron con derechos a conquistar aquel territorio. ¿A dónde debo ir?


He llegado hasta aquí, he puesto una casa en el segundo piso de un edificio en la calle principal del medio de un pueblo llamado Willimantic.





Antes viví en todas partes. Fuimos dejando libros y risas, pero seguíamos siendo cuatro, y estábamos juntos. Peleábamos a veces, muchas veces, pero amábamos ferozmente, con miedo, sin saber qué daríamos de comer al día siguiente, o a dónde tendríamos que mudarnos.


En la clase de escritura con Raquel Salas Rivera escribí que

... buscaré un lugar

que haya sido soñado

y construido con el miedo y la rabia

de quienes no pertenecían...

Sé que si he de ser la que no pertenezco, aquí también, debo hacerlo sabiendo que repito los gestos de mis abuelos que apagaron a mis abuelos. Y debo aprender a estar en paz con esa culpa, a sanarla en mí y ponerme de lado de quienes perdieron más, perdieron todo, tierra y sangre.


La casa que no existía es, será, un lugar donde poder vivir. Y cuando digo vivir, digo elegir, también, escribir en libertad. Entre el autoritarismo y el miedo, me fui quedando sin casa y sin país. Ese agujero de saberme en territorio conquistado, de haber venido a buscar mi pedazo de tierra y de pan, se parece a la libertad, pero no lo es, tampoco.


Cuando ellas estén aquí, espero poder dejarme ser ese lugar en construcción, entender que somos parte de un proceso, que el presente y yo somos una fábrica de temporalidades y espacios superpuestos, y que la casa que no existía es un acto de amor y resistencia.



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