hubiera besado todas las bocas que encontré esta vez? caminar era mirar, casi con desespero, las telas que cubrían las bocas. desear arrancarlas. ¿qué hay detrás de las telas? ¿qué me pierdo? hubiera querido besar todas las bocas, desafiar el sabor de días largos como años imaginando voces al leer declaraciones de amor, odio, fe, poesía, miedo.
salía a caminar, y a veces, descubría una cabeza conocida, más vieja, y gritaba un nombre. la gente se detenía, me miraba. no sabían qué hacer, quién era la de la boca cubierta por un trapo de amebas y flores color marrón. de grandes espejuelos con armadura blanca. me bajaba el trapo para que reconocieran mi sonrisa, o desearan besarme. luego la cubría para el abrazo.
besé la tela tantas veces en simulacro de encuentro.
me revuelvo entre el deseo de irme y de quedarme. lamento tanto que no abracé lo suficiente, no besé lo necesario.
haber venido a este ya país desconocido para adivinar, porque falta la sonrisa cuando los ojos están tristes, o la mueca amarga, inevitable en el costado de la boca bajo unos ojos que dicen que te aman. regresar a otro país desconocido, pueblito escondido de nombre sonoro, hermoso, que se apaga cuando todos recuerdan el yanqui que fue a la corte del rey Arturo; donde me saludan en una lengua que amo y rechazo, rechazo y amo. y donde la mayor parte del tiempo veo ojos y bocas que no reconozco, que no quiero besar.
llevo telas cubriendo mi boca, para que no la besen, para no besar, mientras camino la última tarde de la habana, porque quisiera besar todas las que encontré.
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