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  • Foto del escritorEilyn Lombard

Diario de las estaciones: Ay Cuba

Ayer hice levemente pública una despedida de fantasía, ligera y dolorosa. Era una escena imaginada una tarde de domingo, cuando sabía que me iba pronto, y que dejaba mucho por ver y hacer. Pensé que luego de eso escribiría de los abrazos de despedida, de Martha, Carlos, Liatna y el Chino, Laura, Mel y Roberto, de las fotos que no hicimos. Pero no.


La verdad es que sigo sin poder irme de cuba. Ay Cuba. Ni la nieve, que ha sido mucha, ni las correcciones de textos en inglés, ni la lectura para una clase, o la revisión al poema de Carlos que traduzco lentamente, me hizo no estar en Cuba hoy. Hice todo mal, a trozos, durante todo el día. Empezaba a hablar con Katherine de banalidades cuando me dijo, se llevaron a Camila, voy a reportarlo.



No he dejado de asomarme una y otra vez a ese mapa de Cuba que conforman los amigos. Sus propuestas primero, la felicidad que da saberse juntos en una lucha, sus gritos luego, la oscuridad de mientras empujaban a Amaury o manoseaban a las muchachas en la guagua. Lxs golpearon, delante de todxs nosotrxs.

Empecé a escribir una suerte de diario, escondida en un blog, porque un amigo sugirió que quizás un día podría escribir una novela. He intentado sacarme recuerdos, explicarme emociones. Yo no sé describir el terror. He hablado de mi miedo egoísta, del miedo horrible que significa no estar junto a mis hijas.

No sé describir el terror pero sé que mis manos tiemblan y mi cara arde ahora mismo.


Voy a tratar, sin embargo, de describir la esperanza. Mi hija mayor ha encontrado sus propias luchas y me recuerda que #todoslosderechosparatodaslaspersonas. Mi hija menor pinta todos los días envuelta en una mantica, desde que pintó con Camila.

Hay menos odio en los que disienten, en los que han sido reprimidos, que en los que ejercen el poder. Hoy un amigo de Puerto Rico ha mirado y dicho de esta parte de Cuba que otros dejan en silencio. A veces me pregunto si es también culpa nuestra que esa América Latina que sufre y lucha y de cuyas victorias me alegro como si fueran mías, no nos vea.


No puedo escribir tranquilamente sobre cómo la poesía configura un espacio otro, subversivo, sin recordar lo que me dijo Katherine sobre la poesía y el amor.

Seguiré defiendo lo subversivo como posibilidad, como múltiples actos de fe en el borde de todo, en el centro de todo, adentroafuera de la vida. Y trataré de escribir menos sobre el terror, y más sobre la esperanza.

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