Este es el cuarto otoño "verdadero" en mi vida. Y uso comillas porque quiero y porque no sé cuán verdadero es el otoño o la vida.
Para celebrar(me) el otoño, he preparado una crema de zanahorias. También porque entender los ciclos es un proceso lleno de rituales que yo misma debo inventar, ya que mis ancestras no me enseñaron ritual alguno.
Voy a intentar explicarme y entenderme desde las estaciones, como si fueran esa tierra prometida, soñada en lecturas de la infancia, que he conseguido regalarme.
Voy a intentar explicarme los vaivenes de un país que no es mío y del país que fue mío mientras pretenderé vivir en los ritmos del tiempo y olvidarme de todo lo que aprendí una vez, y descubrirme y tejerme renovada.
Contaré mi historia y de mis hijas, de cuando en medio del miedo, dejé a las dos y salí a buscarles una casa donde crecer juntas, pues no bastaba el amor si la casa era un país cayéndose, inexacto, mutable; si la casa eran los miedos míos y de los otros.
Las estaciones serán mi libro de horas, mi diario abandonado y retomado, las cartas de amor que escribí alguna vez, las conversaciones guardadas para mis hijas, el país que quiero tener.
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